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El deseo de aceptación
Tarde o temprano, si quieres paz, deberás olvidarte de la vida de portarretrato, de las chapas, de los trofeos, del quedar bien, del keeping up with, de la fotico en Instagram, de los likes y las condecoraciones, del ya-me-quiero-graduar, del ya-me-quiero-casar.
Tarde o temprano, si quieres paz, deberás despedirte de los deadlines absurdos: esas fechas tope que se inventó la sociedad y que te están volviendo loco, viejo.
Tu vida no es una serie de checkpoints, ni un to do list inflexible.
Deja de analizar tu existencia bajo métricas inadecuadas. Suelta todos los ‘debería’ y cancela tus películas mentales, porque cuando la realidad no concuerde con tu imaginación, sufrirás. Sufrirás innecesariamente.
Has convertido tu cerebro en una olla de presión, eres Sísifo peleando contra la roca.
Cuánta ansiedad, cuánta desesperación. ¿Cuál es el atore?
Quieres llegar. Quieres conseguirlo. Quieres clavar la bandera y decir que ya está, que ahora sí.
El tema es que la vida nunca termina, jamás se estaciona.
Mientras más quieras controlarla, más padecerás.
Suelta la tensión. Quita esa cara de culo. Aprende a bailar.
Disfruta la melodía, pues no hay punto al que vayas a llegar que te haga sentir mejor que cuando estás en movimiento.
Ensaya buenos pasos, sí. Inscríbete en una academia, también. Pero, por lo que más quieras: no te obsesiones con ser perfecto. Sal de tu mente. Entra a tu cuerpo. Déjate llevar.
Si piensas, te inhibes. Si te inhibes, no bailarás bien.
¿En qué parte de la pista terminará la danza? ¿Cuál será tu último paso? Nadie sabe.
No te preocupes: cuando te desvivas por bailar, ya habrás ganado.
La danza es el objetivo. El resultado está en el proceso.
Por eso las relaciones que terminan son tildadas de fracaso, porque el auditorio ignora que el éxito estuvo en el viaje.
La vida no es una línea recta del punto A al punto B, sino una travesía por el abecedario.
Actúa como si tuvieses el poder en tus manos, pero muévete con la tranquilidad de que hay un orden implícito que se hará cargo de todo.
Baila.
¿Por qué buscamos la aprobación de los demás?
Una de las principales causas de sufrimiento, estrés y preocupación es que jugamos la vida pensando en que debemos hacer ciertas cosas para que otras personas nos elijan.
Tenemos que graduarnos de la universidad y cursar tantos postgrados para que nos escojan en determinada empresa.
Tenemos que trabajar diez horas al día para que nuestro jefe esté contento.
Tenemos que comportarnos así o asao para gustarle a tal persona.
Y esto es jugar la vida a la defensiva: poniéndote en oferta en vez de generar demanda.
Si tú te pones en oferta, en cualquier ámbito, vas a depender de un tercero.
Al principio, obviamente, es difícil, porque si tú te mantienes con esa fuente de ingreso, quizás te sientas obligado a calarte a un jefe patán, por miedo a quedarte sin empleo.
Lo mismo pasa en las relaciones: quizás te quedes con una pareja que no te esté haciendo bien, porque te da miedo estar solo de nuevo.
Esto es vivir la vida a la defensiva, vivir la vida para que otros te elijan a ti, y no vivir la vida para que se peleen por elegirte.
¿Cómo generar demanda y no ponerte en oferta?
Sé una persona valiosísima con la que provoque estar, crear, compartir.
Confía: atraerás a los seres humanos adecuados.
El miedo a no encajar
Desde los inicios de la humanidad, el miedo siempre ha estado presente en nuestras vidas.
En la antigüedad, dentro de ese catálogo de preocupaciones, no ser aceptados por nuestra tribu era una de las cosas que más pavor nos producían.
Quedarnos sin alimento o protección no era una opción, por lo que estar alineados con quienes teníamos al lado era requisito sine qua non para sobrevivir.
Lo extraño es que ese miedo a no encajar se haya mantenido e intensificado durante todos estos siglos.
Hoy en día nos da aún más pánico afirmar algo que no esté aprobado por el statu quo.
Como todavía tenemos el cerebro de tribu, nuestras acciones giran en torno a lo que quieren los demás y no a lo que nosotros realmente queremos.
Nos da pavor no ser aceptados, por lo que siempre buscamos la validación externa, ya que eso nos proporciona cierta ‘seguridad’.
Paradójicamente, estudios señalan que nadie piensa en nosotros, pues todos están 99% del día pensando en ellos mismos y en todos sus problemas.
Por eso, no apagues tu voz interior. Confía en tu camino. Aunque nadie lo esté haciendo como tú, no descartes tus ideas.
Investiga y audita los consejos que dejas entra en tu cabeza.
No permitas que los demás dicten tu andar.
Al que se defiende, lo atacan.
Al que se justifica, lo cuestionan.
Al que se protege, lo hieren.
Al que llama la atención, lo ignoran.