Publicistas y marketeros se aprovechan del terror que tiene el ser humano a estar solo y asocian perfumes, carros y relojes con un estatus que te conseguirá pareja. Las cervezas prometen a Gaby Espino, mientras que el whisky es sinónimo de tipos con plata.
“A los 30 deberías estar casado”, es el consenso entre amigos y familiares.
“¿No tienes novia?”, pregunta tu tía. “Consíguete un culo, marico”, dice tu pana. “Qué jodida es la soledad”, afirma el divorciado.
Los clubes nocturnos hacen billones de dólares alrededor del mundo con la promesa de que allí encontrarás a tu media naranja, o al menos tendrás una noche loca para paliar la sensación de incomodidad y vacío.
En la adolescencia, la vida se medía según el número de mujeres con las que te habías besado. Tu valor era proporcional a la cantidad de personas con las que habías estado.
Y ahí comenzó a formarse el relato maldito en tu cabeza. Empezaste a valorarte según una medida absurda, irracional. Pusiste tu paz en manos de otros. Equiparaste tu autoestima con la opinión de terceros y perdiste una parte de ti con cada rechazo.
En esa búsqueda de querer confirmar algo, de calmar esa tensión subyacente, hiciste cosas de las que luego te arrepentiste. Estuviste con personas con las que no querías estar. Y te calaste situaciones por las que no tenías que pasar.
Todo por el miedo a un viernes frente al televisor, a un sábado eterno, a un domingo de melancolía.
Entonces seguiste buscando en los lugares que no tenías que buscar. Te desesperaste, te apresuraste, y de nuevo te arrepentiste.
Sin darte cuenta, comenzaste a jugar la vida para los demás. Ignorando tus deseos más profundos y enterrando tu propio juicio.
Porque con cada nueva pareja te importaba más la opinión de tus amigos que la tuya.
Porque en algún momento quisiste seguir aumentando el numerito de la adolescencia.
Porque aborreciste estar contigo.
Que no se malentienda el mensaje: esta no es una oda al aislamiento ni un llamado al retiro.
Esta es una invitación a que expulses el relato maldito de tu cabeza, a que pierdas el miedo a estar solo y a que tengas paciencia en el camino.
¿Qué hacer para no tener miedo a la soledad?
Para expandir tu vida, deberás conseguir dos independencias fundamentales:
1.- Independencia financiera.
2.- Independencia emocional.
Una vez que seas libre, una vez que te sientas cómodo con tus ingresos y contigo mismo, podrás establecer lazos más profundos, valiosos y reales con las personas adecuadas.
Allí es donde entra la interdependencia, el construir para el bien común, el conectar desde el amor.
Haz que tus relaciones tengan como base el respeto y la admiración.