educar sin humillar

Educar sin humillar

Vivimos en una sociedad sostenida por el miedo y la presión. Profesores que amenazan con sorna, que dan lecciones éticas y morales, que pintan futuros negros. Religiones que hablan de un Dios hambriento de castigo. Madres que juegan con la culpa para controlar a sus hijos. Padres que ofrecen apoyo económico con la condición de que sigas su hoja de ruta.

“Estudia, que si no no serás nadie en la vida”, dice tu profesor. “Deberías rezar”, apunta la Iglesia. “¡Quédate tranquilo que a mí me va a dar una vaina, José Jesús!”, grita tu madre agarrándose el pecho.

Lo mismo pasa en las empresas: en pleno 2020, todavía nos encontramos con compañías que viven de la caduca gestión basada en la recompensa y el castigo.

Como si fuésemos animales, nos reprenden si hacemos algo ‘mal’ y nos dan un pequeño regalo para que repitamos lo que está ‘bien’.

Quienes no han estudiado el tema, no se han percatado de que eso de enseñar y liderar a través del miedo –bajo el eufemismo del ‘respeto’– es contraproducente. Desconocen que los incentivos financieros y los castigos categóricos no motivan a las personas en un nivel emocional ni profundo.

“Muestra carácter para que tus empleados sepan quién está a cargo”, asesora la vieja escuela. “Que no cojan mucha confianza”, dicen los mismos que sugieren hablar duro y fruncir el ceño.

Por medio de la crítica no se mejora a nadie. El ser humano crece en espíritu de aprobación, y pierde fuerza en ambientes cargados de juicio.

No necesitas ser estricto para armar un gran equipo de trabajo. No necesitas gestionar como un militar para construir una empresa que perdure por siempre.

Lo que sí necesitarás será empatía, para encontrar a las personas indicadas y sembrar confianza en un equipo que desborde pasión en cada cosa que haga.

Desde nuestros espacios, desde nuestros puestos de trabajo, podemos empezar a liderar no desde el miedo, no desde la presión, sino desde el halago real y el aprecio sincero. Las sociedades se cambian una persona a la vez y cada uno de nosotros tiene más poder del que cree. Prediquemos con el ejemplo.

La gente no es estúpida. El estúpido eres tú, que no sabes tratar con la gente.

¿Es posible liderar sin autoridad?

Ahora que me ha tocado ser dueño de negocio y profesor, me parte el alma ver tanta preocupación del otro lado (en empleados y estudiantes).

¿Es necesario tanto estrés y tanta angustia?

Me doy cuenta de que en el mercado de líderes hay un vacío y de que uno puede generar un impacto si lleva el timón de proyectos y salones de clases desde una horizontalidad que no busque, bajo ninguna circunstancia, hacer sentir mal a los demás.

No es necesario imponer autoridad, tampoco requerimos de chapas especiales que nos permitan mandar.

Si sabemos lo que estamos haciendo y nuestras intenciones son honestas, atraeremos a las personas adecuadas y ellas disfrutarán trabajar o aprender bajo nuestro paraguas.

Lo que nos toca la fibra en Pencil Speech es luchar por construir una empresa histórica, visionaria, emblemática en la que no quepan el miedo, la presión, el drama, el estrés ni los tratos despóticos.

Una organización en la que nunca hagamos sentir mal a nadie y que esté sostenida en la empatía y el amor hacia la marca.

Daremos el corazón por eso.

Y lo conseguiremos.

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